No somos dos alfileres de este pajar, aunque pinchemos lo justo para hacernos sangrar. No somos agua de la que podemos beber sin salpicarnos. Egos obesos, se matan a besos lentos que tienen razón.
A cada beso caía una estrella, cada arañazo calmaba el dolor,
cuando me acuerdo de el levanto mi vaso y brindo adonde
quiera que estés por nuestra canción.
Allá voy, contra viento y marea. Otra vez, una misma pelea.
Ni siquiera sé si vale la pena,
pero tengo ganas de probar si la suerte me va a acompañar.
No se si el tiempo es propio de nuestra conciencia,
si de la conciencia no nos podemos librar,
Esa guía innata y leal.
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